jueves, 10 de noviembre de 2011

De las despedidas cursis y otros demonios

“Qué rápido pasa el tiempo”, es una de las frases más clichés de la historia de la humanidad; sin embargo, no por eso deja de ser actual y tan descriptiva. No hay persona que no haya pronunciado estas palabras alguna vez en su vida, ya sea para referirse a sus hijos, a sus compañeros, al trabajo, etcétera.
En este caso, quiero usarla para describir mi paso tan veloz por la facultad. Estos cuatro años han pasado volando, en un abrir y cerrar de ojos sin que nadie me avise. Estos años en los que aprendí  muchísimas cosas, aunque no sé si tanto en lo académico como en lo personal. Compartí con gente muy valiosa, inteligente, trabajadora, responsable, alegre, simpática, espontánea, auténtica. Es más, creo que la Facultad de Filosofía, y en especial Ciencias de la Comunicación, es uno de los espacios donde mayor cantidad de personas especiales (por el lado amable) puede encontrarse.
Las aulas de Periodismo UNA condensan todo tipo de creencias, estilos, ideologías, modas: desde el más rico al más pobre, desde la más bella a la más inteligente, desde el más facha, al más gracioso, desde el socialista extremo hasta el de ultraderecha, creo que solo mi querida facultad de Filosofía puede ser capaz de combinar tanta diversidad, y como dice un dicho, en la variedad está la riqueza.
Si bien debo confesar que varias veces (bueno, en realidad millones de veces) deseé terminar ya la carrera y no tener que volver a pisar esa facultad, tengo que reconocer que la voy a extrañar, y más que nada a los compañero y a tantos momentos que compartimos juntos en Filo. Al escribir estas líneas me vienen a la memoria tantos recuerdos, fueron cuatro años muy agitados.
En este tiempo transcurrido conocí seres humanos maravillosos, profesionales comprometidos con su trabajo, amigos incondicionales, de quienes he aprendido tanto y que forman parte de mi patrimonio espiritual. También pude ver aspectos negativos como la mediocridad, la irresponsabilidad, la desidia, la rivalidad, y otros con los que nadie quiere convivir, pero que una vez más la universidad nos permite conocer.
Estos antivalores buscan absorberte y de cierta manera creo que me queda esa sensación de que pude haber dado mucho más de mí para ser una mejor estudiante y ser una universitaria con todas las letras. El cansancio no puede ser excusa para bajar la guardia y formar parte del montón. El ser humano siempre debe apuntar a la excelencia, no al conformismo.
Con esto no quiero decir que soy la indicada para consejos ni mucho menos, sino todo lo contrario, solo reconozco mis falencias y espero estar aún a tiempo de corregirlas. Precisamente, otra de las frases que me encanta es nunca es tarde, y hoy voy a tomarla en cuenta más que nunca.
Finalmente, si alguien llegó a leer hasta este último párrafo, gracias, y perdón si resultó un tanto cursi, pero tenía que hacerlo.